Fundación
La cárcel de Jaruco, hoy Museo Municipal, junto a la Iglesia San Juan, la antigua Plaza de Armas, las primeras casas edificadas alrededor de la plaza, y el Ayuntamiento, conforman el Centro Histórico Urbano de esta ciudad condal.
La fundación de este recinto para presos del condado de Jaruco, perteneciente a Don Gabriel Beltrán de Santa Cruz y Aranda, Conde de Jaruco y legado a su muerte, a su esposa Doña Teresa Beltrán de Santa Cruz y Calvo de la Puerta, se ubica cronológicamente entre los años 1780 a 1800. Su construcción estuvo a cargo de presos habitantes del poblado y fue costeada por el gobierno español.
Desde su creación la cárcel estuvo dirigida por alcaldes, alguaciles, jefes de Escoltas y puesta en función de las leyes y la política implantada en la isla por el mando de España.
Escenario de un hecho histórico
La cárcel fue escenario de uno de los sucesos más notables protagonizado por las tropas de uno de los próceres de nuestra independencia: Antonio Maceo y Grajales, quien atacó el poblado en la noche del 18 de febrero de 1896, constituyendo una gran victoria mambisa.
Según Francisco Pérez Guzmán, en su libro “La Guerra en La Habana”, la cárcel de Jaruco fue quemada durante los episodios protagonizados por Maceo, lo que incidió en los cambios ocurridos en su estructura física durante el tiempo que lleva de construida pero nunca dejó de funcionar como tal, hasta bien entrado el siglo XIX en el año 1932 cuando bajo el gobierno de Gerardo Machado, se habilitó o construyó la cárcel de Güines y el Presidio Modelo de Isla de Pinos.
Reconstrucción
El edificio se mantuvo cerrado hasta el año 1935, que se convierte en casa de vivienda y Academia de Música, además un local fue utilizado como barbería, con carácter transitorio, hasta que en 1951, bajo el gobierno de Carlos Prio Socarrás se reformó y amplió, añadiéndole algunas habitaciones, cerrando el segundo patio que quedaría como segundo patio interior y sustituyendo el techo de teja criolla por la placa conservada.
En 1980, bajo la orientación de la Dirección de Patrimonio Cultural, la Provincia de Cultura y el Poder Popular del municipio, fue restaurada esta construcción con la participación de obreros de diferentes empresas del municipio y concluida la reparación fue inaugurada como centro cultural.
En el período revolucionario, la cárcel de Jaruco cambió su carácter y por supuesto, su esencia. Al ser convertida en centro de rehabilitación para menores “Manuel Ascunce Doménech” funcionando por algunos años.
Posteriormente se instaló un Taller de Corte y Costura y el Almacén del Plan Guaicanamar, lo que contribuyó al deterioro de la construcción.
La Provincia de Cultura y el Órgano Local del Poder Popular, en vistas del valor histórico real de la cárcel, de su antigüedad y su estrecha relación con los sucesos municipales y nacionales acaecidos, así como su relativo valor arquitectónico, determinaron que era imprescindible rescatarla para la posteridad, llevándose a cabo bajo por la Dirección de Patrimonio Cultural su restauración. A su conclusión, el 16 de febrero de 1980, fue inaugurada como Museo Municipal, compartiendo su espacio con la Biblioteca Municipal Antonio José Oviedo Oviedo, trasladándose esta última en el año 2005 para otro local.
Actividades del centro
En el Museo se realiza la custodia de todos los bienes culturales conservados como evidencias de la historia de esta localidad, también se realizan investigaciones de carácter histórico, se imparten charlas, se organizan conversatorios, conferencias, exposiciones, tertulias, entre otras actividades.
Entre los bienes que se conservan algunos de ellos pertenecen a la historia de la cárcel como es la placa colocada por el presidente Prio Socarrás después de su restauración durante su gobierno.
Sus salones y patios han sido recorridos por varias generaciones de jaruqueños que han buscado allí un conocimiento más profundo de la historia local que les han contado sus abuelos y padres o la que se les enseña en las escuelas en la asignatura Historia de Cuba como parte de la vinculación entre lo nacional y local.
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